El siglo XX quedó prendado de ella y su figura se transformó en leyenda tras el doloroso exilio que padecido a manos del gobierno cubano. Celia Cruz jamás pudo regresar a su tierra, sin embargo, el mundo la aplaudió como genio y figura de la salsa e ícono de la rumba y el sonido caribeño.
Todo esto, mientras en Cuba su música y su nombre fueron silenciados hasta hoy, día en el que Omer Pardillo Cid, albacea del patrimonio de la artista, descubre que su imagen se promueve por las calles de la capital de la isla, a través del trabajo de un pintor habanero.
“Me enteré de esto por mi primo George, que encontró dos cuadros de Celia pintados al óleo, que se estaban vendiendo en una plaza muy cerca del puerto de La Habana. La noticia me alegró mucho porque ese es su país. Ella nació allí, y el hecho de que su música haya estado prohibida tantos años, es triste. Ya era hora de que comenzaran a abrirse un poco y la descubrieran”, manifestó Pardillo.
Cuba es un territorio minúsculo en proporción a la figura y el eco universal que logró Celia Cruz, quien tuvo una vida marcada por acontecimientos políticos y un reinado en la música que la mantuvo luminosa y atractiva, como emblema de una cultura de gozo y desbordante vitalidad que sólo podrá ser encarnado por su voz.